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La prensa y el ataque mediático

En la política, culpar a la prensa se ha convertido en una práctica común de quienes enfrentan un alto nivel de rechazo ciudadano. No son pocos los gobernantes que, al ver cuestionada su gestión, denuncian una supuesta conspiración mediática en su contra. Pero, ¿existen realmente los ataques mediáticos o es solo una estrategia de distracción ante la falta de resultados tangibles? ¡La prensa y el ataque mediático!

El caso de Dina Boluarte es un ejemplo. Su gobierno ha logrado estabilidad económica, según sus defensores, pero su nivel de aprobación sigue en picada. Lo mismo ocurre con el Congreso peruano, que arrastra un histórico rechazo de más del 90%. Ante esta situación, la pregunta es inevitable: ¿realmente son las críticas de la prensa las que perjudican su imagen o son sus propias acciones las que los condenan ante la opinión pública?

Es innegable que la prensa, en cualquier país del mundo, tiene una orientación y una agenda. La objetividad absoluta en el periodismo es una quimera, y los medios pueden ser usados como herramientas de presión política. Sin embargo, en la era digital, el impacto de los medios tradicionales ha disminuido considerablemente. Los jóvenes, cada vez más alejados de la televisión y los diarios, se informan a través de redes sociales como TikTok y YouTube, donde los mensajes políticos se diluyen entre tendencias y entretenimiento.

Esto explica por qué en la actualidad los ataques mediáticos ya no determinan el destino de los políticos como en décadas pasadas. Hoy, personajes con un sinfín de denuncias pueden ganar elecciones sin que las revelaciones de la prensa influyan significativamente en el voto. La desconfianza ciudadana también impactó en los medios tradicionales que ha generado una desinformación que favorece a ciertos candidatos, quienes, una vez en el poder, evidencian su verdadera falta de capacidad.

Los gobernantes deben comprender que no basta con ganar elecciones con actos emocionales o simbología populista. Gobernar requiere capacidad, estrategia y equipos competentes. Quienes no cuentan con estas cualidades terminan atrapados en su propio laberinto de justificaciones, culpando a la prensa de sus fracasos en lugar de asumir su responsabilidad. En este juego entre la crítica y la victimización, la gente debe aprender a diferenciar entre la información y la manipulación.

Domingo, 16 de marzo del 2025

Espejismo de los acuerdos políticos

En la política peruana, muchos líderes creen que la simple suma de fuerzas garantiza el triunfo electoral. Sin embargo, la realidad ha demostrado lo contrario. En tiempos donde el electorado se muestra cada vez más independiente de ideologías y doctrinas, los acuerdos políticos pueden terminar siendo más un lastre que una ventaja. ¡Espejismo de los acuerdos políticos!

La victoria de Pedro Castillo sobre Keiko Fujimori en 2021 es un claro ejemplo de este fenómeno. No se trató de una estrategia electoral magistral, sino de un voto de rechazo. Más que elegir un proyecto de país, una parte importante de la ciudadanía votó en contra del status quo. La tendencia actual indica que los electores ya no se sienten obligados a seguir una línea doctrinaria; su voto se ha convertido en un instrumento de castigo más que de convicción.

Los resultados de la primera vuelta de 2021 reflejan esta fragmentación: Castillo obtuvo un escaso 19% de los votos, seguido de Fujimori con 13%, mientras que Rafael López Aliaga y Hernando de Soto obtuvieron un 11% respectivamente. La teoría tradicional sugiere que, en una segunda vuelta, el candidato opositor podría captar los votos de los perdedores, pero en la práctica, esto no ocurre. Al contrario, los acuerdos políticos pueden generar rechazo, alejando a electores desencantados que prefieren abstenerse o votar en blanco antes que apoyar a figuras con las que no se identifican.

Keiko Fujimori es el ejemplo más claro de esta paradoja. A pesar de recibir el respaldo de figuras influyentes como Mario Vargas Llosa, su tercera derrota consecutiva demuestra que la construcción de alianzas con sectores políticos tradicionales no necesariamente garantiza el éxito. En una sociedad que percibe a la «casta política» como un problema, cualquier pacto puede interpretarse como una traición a la voluntad de cambio que claman las masas. El otro ejemplo es la alianza del APRA con el PPC.

En este escenario, los políticos deben comprender que los viejos cálculos aritméticos han quedado obsoletos. Hoy, la política no se trata solo de sumar votos, sino de conectar con un electorado cada vez más desafecto y escéptico. La confianza no se construye con acuerdos de las cupulas, sino con cercanía, coherencia y una renovación real de las formas de hacer política.

Domingo, 9 de marzo del 2025

Políticos desechables y marca política

Los productos se crean en las fábricas, pero las marcas se construyen en la mente de los consumidores. Lo mismo ocurre en política: la imagen de un candidato no se forja solo con discursos y promesas, sino con la percepción que la ciudadanía tiene de él. De cara a las elecciones del 2026 en Perú, donde se elegirán presidente, gobernadores regionales y alcaldes, la pregunta clave es: ¿Qué tan sólida es la marca de quienes aspiran a un cargo público? ¡Políticos desechables y marca política!

No todos los que postulan y ganan una elección logran construir una imagen positiva ante los electores. Muchos parecen olvidar que la política no es solo llegar al poder, sino mantenerse con credibilidad. Una vez en el cargo, algunos políticos se rodean de aduladores y se alejan de la ciudadanía que los eligió, olvidan que la gente quiere vivir la experiencia de la promesa electoral. La desconexión con su base es el inicio de su deterioro.

El ciclo de la ambición política es predecible: el regidor quiere ser alcalde, el alcalde distrital quiere ser provincial, y el provincial aspira a la gobernación regional. Sin embargo, antes de embarcarse en una nueva candidatura, deberían preguntarse: ¿cómo me percibe la gente? ¿Cuál es mi nivel de aprobación o rechazo? ¿Me conocen realmente como candidato? La realidad podría ser un golpe inesperado, porque la gente no pasa sus días en saber lo hacen y dejan de hacer los políticos.

Los electores de hoy son volátiles, influenciados por la inmediatez de las redes sociales. Consumen líderes como un chicle: los prueban, los mastican y, cuando pierden el sabor, los desechan sin miramientos. La política es efímera, y quien no comprenda la importancia de gestionar su marca con autenticidad y cercanía está condenado a la irrelevancia. En este nuevo escenario, solo quienes logren construir una conexión genuina con la ciudadanía podrán evitar convertirse en otro político desechable.

Domingo, 3 de marzo del 2025

Criptomonedas y poder político de Milei

Moisés Naím tiene razón al decir que el poder es cada vez más fácil de obtener, difícil de retener y más fácil de perder. Javier Milei es un ejemplo claro de esta dinámica: sin una trayectoria política tradicional, irrumpió en la escena argentina con un discurso disruptivo que lo llevó a la presidencia en su primer intento, venciendo al “kirchnerismo”, una importante fuerza política e histórica en el país. ¡Criptomonedas y poder político de Milei!

Su ascenso estuvo marcado por una estrategia de comunicación polarizante, identificó a un enemigo común: “la casta política”. En un contexto de hiperinflación y crisis económica, los electores argentinos vieron en él una alternativa radical de cambio. Su estilo irreverente y su forma de comunicar lo convirtieron en una figura mediática en redes sociales que traspasó las fronteras de Argentina, convirtiéndose en un fenómeno político global.

Sin embargo, el poder político basado en la imagen y la comunicación digital es volátil. Milei, acostumbrado a utilizar las redes sociales como una extensión de su poder, se vio envuelto en un escándalo internacional tras promocionar una criptomoneda denominada «$LIBRA» en su cuenta de Twitter. La criptodivisa experimentó un rápido repunte seguido de una abrupta caída piramidal, dejando a cientos de inversionistas con pérdidas millonarias y una percepción de estafa financiera digital que contó con el auspicio promocional de un presidente argentino.

Este episodio podría marcar un punto de inflexión en su gobierno. Más allá de las posibles consecuencias legales, el mayor riesgo para Milei es la erosión de su credibilidad. Su base de apoyo, sustentada en la percepción de que es un líder antisistema, transparente y que solucionará la crisis económica termina en un escándalo financiero que podría comenzar a tambalearse si el escándalo continúa expandiéndose. En la política digital, la popularidad puede esfumarse con la misma rapidez con la que se construye.

El escándalo de la criptomoneda de Milei nos muestra que los líderes que dependen en exceso de su imagen pueden ser arrastrados por sus propios errores. En el caso de Milei, su gran desafío será demostrar que su gobierno no es solo una narrativa mediática en redes sociales, sino una gestión sólida capaz de resistir las tormentas que inevitablemente llegan con el ejercicio del poder.

Domingo, 23 de febrero del 2026