La impaciencia de la gente

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El Perú atraviesa un momento de profunda desconexión entre sus políticos y la ciudadanía. Las recientes encuestas de IPSOS Apoyo, que revelan una desaprobación superior al 80% tanto para el parlamento como para la presidenta Dina Boluarte, es un síntoma de un malestar profundo que se expresa en la impaciencia de la gente en contra de los políticos.

Las imágenes de la congresista María Agüero al ser expulsada de un colegio en Arequipa son un reflejo de cómo el ánimo colectivo está al borde del estallido. No es simplemente descontento; es una impaciencia que se convierte en cólera y que amenaza con incendiar la pradera en cualquier momento. El hecho de que la presidenta Boluarte no asistió a los actos conmemorativos del Bicentenario de la Batalla de Junín, el 6 de agosto, es un indicio claro de que su equipo ya es consciente del peligro latente que representa su salida al interior del país.

Este descontento no es un fenómeno nuevo, pero lo que lo hace peligroso es la falta de escucha de los políticos. Los representantes del pueblo parecen haberse desconectado de la realidad que viven sus electores, imponen una agenda política que ignora la voz de la población. La impaciencia de la gente es terreno fértil para que se desate una ola de protestas en contra de los políticos.

Lo que resulta alarmante es la incapacidad de los políticos para leer el reclamo de la gente. En lugar de ver en las encuestas una oportunidad para reconectarse con la ciudadanía, las descalifican como simples fotos del momento que no afectan su permanencia en el poder. Este es un error estratégico que podría tener consecuencias en las próximas elecciones.

Si la clase política continúa en este rumbo, es probable que el electorado busque en las próximas elecciones una revancha y elijan a políticos que no tengan nada que ver con las actuales organizaciones políticas que hoy gobiernan, o peor aún busquen alguien que represente una ruptura total con lo que hoy se percibe como un sistema desconectado que no los escucha.

El riesgo de que el descontento se canalice hacia opciones radicales es alto, y los resultados podrían ser impredecibles para el país. La impaciencia de la gente está alcanzando un punto crítico donde las protestas que hoy son esporádicas podrían convertirse en un movimiento imparable que demande un cambio en la conducción del país.

Domingo, 25 de agosto del 2024

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