La crisis política en Venezuela es un tema ineludible, una realidad dolorosa que no solo afecta a los venezolanos. Lo que presenciamos es la consolidación de una «dictadura del fraude», un régimen que utiliza el discurso de la democracia para perpetuar su autoritarismo. Nicolás Maduro ha perfeccionado la maquinaria del abuso de poder, bajo el pretexto de proteger la soberanía nacional, mientras aplasta sistemáticamente a la oposición.
Es necesario que los políticos de nuestra región dejen de hablar a media voz y condenen el autoritarismo. No se trata solo de una cuestión ideológica; el abuso de poder, ya sea de izquierda o derecha, debe ser condenado con la misma fuerza. El silencio frente a la represión no es una opción; es, de hecho, una forma de complicidad. Peor aún, es vergonzoso ver cómo algunos políticos manifiestan su apoyo a este régimen, intentando disimular las atrocidades políticas que cometen contra aquellos que los desafían.
El régimen de Maduro ha creado un clima de miedo, utilizando su poder militar para controlar y sofocar cualquier protesta. La pregunta es, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar? La historia nos da lecciones: las dictaduras, cuando se sienten amenazadas, no dudan en recurrir a la violencia. La referencia a posibles campos de concentración o noches de los cuchillos largos puede parecer alarmista, pero no debemos subestimar la brutalidad de un régimen desesperado. ¿A caso llevarán a más políticos a la prisión de Helicoide?
El éxodo masivo de venezolanos es un testimonio vivo del fracaso de este régimen. Más de 8 millones de personas han abandonado su patria en la última década, buscando comida, salud y vivienda. Esto no es solo una crisis humanitaria; es una tragedia provocada por la ambición desmedida del poder.
Es crucial reconocer el papel de los militares en la dictadura. Como señala el politólogo Andrés Malamud, mientras que Estados Unidos tiene 700 generales, Venezuela tiene más de 2,000. Estos números no son casuales; son un reflejo del poder desmesurado que los militares han acumulado, y de cómo se utilizan para mantener el régimen a flote. Es una estrategia clara: más generales significa más lealtad comprada, más control sobre el aparato militar y sobre la gente.
La manipulación mediática es otra arma de cualquier dictadura. La historia está llena de ejemplos, desde los nazis hasta los regímenes autoritarios de América Latina, donde los medios de comunicación fueron capturados y utilizados para esparcir mentiras. Sin embargo, la era de las redes sociales presenta un nuevo desafío para los dictadores. Aunque Maduro intente restringir el acceso a plataformas como tuiter o WhatsApp, la verdad encontrará caminos para salir a la luz.
Los peruanos tenemos una larga historia de dictaduras militares que han dejado cicatrices en nuestras instituciones. Desde la independencia, hemos visto más presidentes militares que civiles, y cada dictadura ha traído consigo un retroceso económico y social. La última, la de Velasco Alvarado, dejó al país endeudado y sus instituciones debilitadas.
El caso de Alberto Fujimori en Perú es un ejemplo de lo que sucede cuando un régimen autoritario captura las instituciones del Estado. Aunque logró mantener el poder por un tiempo, terminó en prisión, y Perú, aun lucha para reconstruir sus instituciones. Los peruanos están advertidos con la posición de algunos políticos que, bajo el disfraz de izquierda, intentan justificar lo indefendible con ideas que podrían llevarnos de vuelta al autoritarismo. ¡Los demócratas no pueden ser ingenuos!
Domingo, 11 de agosto del 2024
El poder político del Congreso
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