Vladimir Cerrón, exgobernador regional de Junín y líder de Perú Libre, ha optado por un repliegue ideológico en lugar de entregarse a la justicia peruana. Su elección de la clandestinidad sobre la transparencia y la legalidad no solo es un acto de desafío flagrante, sino que también arroja una sombra sobre la institucionalidad de justicia.
Mientras las autoridades ofrecen una recompensa por su captura, Cerrón ha preferido utilizar las redes sociales como un campo de batalla y repliegue ideológico. Desde su cuenta de Twitter, se dedica a lanzar desafíos y críticas, ya sea atacando la capacidad del general de la Policía Nacional o alineándose abiertamente con posturas políticas opuestas al gobierno en el tema de Palestina e Israel.
Sin embargo, este comportamiento desafiante y sarcástico no solo mina su propia credibilidad, sino que también erosiona la confianza en la igualdad ante la ley en nuestro país. La insistencia de Cerrón en presentarse como un mártir político no solo revela una falta de respeto por la autoridad y la justicia, sino que también debilita la autoridad del gobierno y pone en tela de juicio su capacidad para mantener el orden.
Más allá de la situación personal de Cerrón o su repliegue ideológico, la prolongación de este drama político solo sirve para enfatizar los desafíos que enfrenta nuestra institucionalidad de justicia. Cada tuit desafiante, cada declaración sarcástica, mina no solo la autoridad gubernamental, sino también la fe en el sistema judicial y en el imperio de la ley.
No se sabe cuándo terminará la novela que tiene como protagonista a Cerrón, sin embargo, pasar a la clandestinidad en estos tiempos no es como en el pasado donde los guerrilleros se refugiaban en el monte para ser escurridizos ante sus captores. En tiempos de redes sociales y de inteligencia artificial las horas pueden estar contadas para aquel que se atreva a desafiar a la justicia. Es decir, si realmente se pretender capturar al prófugo.
Domingo, 15 de octubre del 2023
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