La selección peruana de fútbol quedó fuera del mundial y con ella también queda lejos la distracción emocional que probablemente el gobierno anhelaba para establecer un discurso de unión entre peruanos, y así subirse a la ola mediática que el trabajo en equipo todo lo puede.
Las acciones políticas de pan y circo puede resultar en un contexto de normalidad, sin embargo, no es el caso que respira el ambiente político de los peruanos. El precio de los combustibles cuesta el doble de hace un año y la canasta familiar comienza a desesperar mientras que el gobierno nacional aún no encuentra una ruta estratégica con cierta dosis de gobernabilidad.
Los índices en desaprobación del presidente Pedro Castillo son los más altos en Latinoamérica con 76%. La clasificación al mundial de fútbol pudo ser un componente para ganar tiempo en la percepción ciudadana que está sumergida en un hartazgo político.
En países donde se sabe más del nombre y vida de los futbolistas o estrellas de televisión que de los ministros de Estado que gobiernan y administran los recursos, cualquier detonante es posible en la vida política de una nación. La predictibilidad política se vuelve poco efectiva.
No hay clasificación de fútbol. La inflación ingresa por la puerta y la esperanza de un buen gobierno sale por la ventana de los hogares peruanos. La delincuencia se vuelve pan de cada día en la esfera mediática, mientras el presidente Pedro Castillo mira de reojo esa preocupación tan igual o peor que al sector agrario.
Todo esto nos lleva a una conclusión: por cuánto tiempo más los peruanos contemplarán al gobierno de Pedro Castillo que va de la mano con un parlamento que tampoco quiere irse a su casa. Por ahora, parece que el único horizonte visible es el cerco judicial que le respira en la nuca a Pedro Castillo.
Domingo, 19 de junio del 2022
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